EL PALACETE MODERNISTA DONDE DUERMEN LOS VIP EN BARCELONA

Puede pasar desapercibido a primera vista, pero El Palauet es uno de los hoteles más singulares de Barcelona. Ubicado al final del paseo de Gràcia, la suma de tamaño, encanto y lujo ha convertido el palacete (de ahí su nombre) en la meca de los artistas, empresarios y socialités capaces de pagar 1.000 euros por noche.

El alojamiento dispone solamente de seis suites de 150 metros cuadrados que combinan lo último en domótica con el arte del modernismo. "Nos gusta decir que somos el hotel de lujo más pequeño de Barcelona", explica su director, Raúl Muñoz, exdirectivo de los grupos Peralada y PGA Catalunya. "Aquí nuestros huéspedes encuentran un ambiente reservado y único", declara.

El establecimiento cerró su primer ejercicio operativo en 2023 con una ocupación próxima al 70%. Más de la mitad de su clientela procede de EEUU y los países de Oriente Medio, repartiéndose el resto entre toda la geografía global. ¿Cliente nacional? "Muy poco, tan solo el 2%. El 98% de las reservas son internacionales", detalla el gerente.

Pese a estos buenos datos, la apuesta distintiva de El Palauet, sobre todo si se la compara con otras referencias del lujo local como W, Mandarin Oriental o Torre Melina (el antiguo hotel Juan Carlos), tuvo unos comienzos complicados. El edificio que hoy acoge El Palauet estuvo en manos de la familia Cerqueda, una de las mayores fortunas andorranas. Durante años, la saga trató de colocar el activo sin éxito. Finalmente, un empresario de origen holandés compró la antigua Casa Bonaventura Ferrer para relanzar el proyecto. Fue una apuesta personalísima, puesto que el inversor no cuenta con otros hoteles en cartera. Lo hizo en 2020... justo a las puertas de la pandemia. Como recuerda Muñoz, las restricciones al turismo volvieron casi imposible operar durante los primeros años bajo la nueva propiedad. No fue hasta el curso anterior que El Palauet empezó a sacar cabeza.

Pero eso corresponde al pasado. Hoy el espacio funciona a pleno rendimiento y combina las pernoctaciones de sus huéspedes ("no tenemos un cliente estacional, los llamados expats, sino más bien un público familiar que viene a pasar unos días en la ciudad") con una intensa agenda de eventos corporativos. Para hacerse una idea: de sus siete plantas, cuatro están reservadas a la organización de encuentros privados y dos a las suites. Por cierto, en la azotea hay un spa.

Patrimonio artístico

En 2023, la empresa cerró con una facturación de 1,5 millones de euros. El plan de negocio prevé aupar las ventas hasta los tres millones en 2024 y los cinco millones en 2025. Una senda alcista que se verá respaldada por el progresivo encarecimiento de las habitaciones hasta doblar su precio en el 2026.

Al margen de las inversiones acometidas con el cambio de propiedad, el hotel prevé destinar 1,5 millones en mejoras de sus instalaciones comunes. A medio plazo también proyecta instalar un restaurante bajo demanda en la planta baja (ahora el servicio de cocina se hace en las propias habitaciones). Aunque la iniciativa más ilusionante para Muñoz es la documentación del patrimonio artístico del inmueble.

El palacete fue proyectado en 1906 por el arquitecto Pere Falqués, el creador de los populares bancos-farolas de paseo de Gràcia, y forma parte del Catálogo Histórico-Artístico de Barcelona desde 1979. Pero la riqueza de sus acabados, sobre todo de los techos, no se ha puesto adecuadamente en valor. Tras el próximo verano, se iniciará un trabajo de catalogación y fotografía para reunir este legado en un libro en 2025. Ese año ya tendrán su regalo de Sant Jordi.

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