'RUINA', SIN CAMA NI COCINA

He estado en Carabanchel en la exposición Ruina de Eugenio Merino, donde una escultura de Lorca yaciente ocupa el espacio. Un barrio madrileño, obrero en sus inicios, que hoy se va tiñendo de jóvenes y no tan jóvenes y estudios de artistas que, empujados por la implacable gentrificación, acaban expulsados del centro de las ciudades, cada vez más lejos geográfica y socialmente. Otro de los crueles trucos aprendidos de los americanos, que practicaron esto mismo antes en los neoyorquinos Soho o Williamsburg.

El acceso a la vivienda, ese problema que se arrastra sin solución de Gobierno en Gobierno durante años. Tener tu casa, además de dignidad, te da libertad e independencia, cuando la libertad e independencia que preocupan son otras muy distintas. Porque la condena real es dedicar gran parte de tu sueldo a tu casa, tu libertad es más importante que la del mercado. Porque preocuparte de la independencia de Cataluña antes que de la tuya propia no tiene sentido. La vida es cuestión de prioridades, el derecho a una vivienda digna antes que el derecho a la especulación.

Anular la Golden Visa, ayudas para zonas tensionadas de alquiler, construcción de nueva vivienda... son medidas necesarias, aunque nunca suficientes. Volveré a Opañel, pero en breve las galerías estarán todavía más lejos y los artistas serán de nuevo escupidos como gancho a lugares más lejanos, convirtiendo Madrid en una mancha de tinta que se extiende veloz, indeleble, que te jode la camisa para siempre.

Si no desaparece, te tienes comprar otra camisa, otra ciudad. Porque sí, las ciudades, como las camisas, también se venden. Ruina es un poema de Lorca de su época en Nueva York, siempre tan visionario, tan certero.

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