EL BONE CUFF DE ELSA PERETTI, EL BRAZALETE MáS DESEADO DE TIFFANY, CUMPLE 50 AñOS

"Diseño para las chicas que trabajan", decía Peretti en 1974. "No quisiera convertirme en un símbolo de estatus, sino ofrecer belleza por un precio dado". Así, sus primeros diseños para la firma, como el icónico Bone cuff, se hicieron en plata, un material que Tiffany había eliminado en los años 30 por considerarlo "vulgar". Ella apeló, en pleno auge del feminismo, a un nuevo tipo de clienta como ella misma, que compraba sus joyas con su sueldo, sin esperar que un marido o un novio se las regalara.

La llegada de Elsa Peretti a Tiffany & Co. en 1974 supuso una revolución en el diseño de joyas en pleno auge del feminismo. Sus colecciones son artesanas, de formas orgánicas y sensuales, como en el brazalete Bone, que se adapta perfectamente a la muñeca, sea la izquierda o la derecha, convirtiéndose en un todo con el cuerpo.

El diseño del brazalete se inspira en las visitas de niña de Elsa a la cripta de los Capuchinos del s. XVII en Roma y en la Casa Milà de Antonio Gaudí, que visitó en Barcelona."El estilo radica en la sencillez", decía Peretti. Y también en la comodidad. La forma táctil y escultural del Bone convierte a la mujer en una poderosa guerrera.

Quién es Elsa Peretti

Elsa Peretti (Florencia, 1940-San Martí Vell 2021) mostró sobradamente su independencia. Hija de una acaudalada familia italiana, se marchó de casa a los 21 años, después de estudiar diseño de interiores y trabajar en Milán con el arquitecto Dado Torrigiani. Trabajó como monitora de esquí y en Barcelona conoció a Salvador Dalí, comenzó a trabajar de modelo y posó para Oriol Maspons.

Para potenciar su carrera se marchó a Nueva York en 1970, donde su altura y sofisticación pronto llamaron la atención. Se hizo íntima del modisto Halston, el pintor Andy Warhol y el fotógrafo Helmut Newton.

De Studio 54 a San Martí de Vell

Fue Halston quien le consiguió el trabajo en Tiffany. Como muchos de los habituales de la noche neoyorquina de la época, la elitista pandilla del Studio 54, estuvo a punto de sucumbir al exceso de vodka y cocaína. Su masía del siglo XVII en San Martí Vell, en Girona (un lugar que le enseñó la fotógrafa Colita y que compró en 1968 con sus primeros sueldos como modelo), fue su refugio y salvación. Allí comenzó durmiendo en el suelo y le dedicó largos años hasta restaurar prácticamente todo el pueblo, manteniendo la simplicidad rural de la zona.

"Mi casa es un poco rústica, pero confortable como un jersey viejo", solía decir. Esta tranquilidad le permitió continuar su trabajo de diseñadora, con más de 30 colecciones para Tiffany, que en 2012 le renovó al contrato por 50 millones de dólares. No fue altruismo, en esa época más del 10% de los ingresos de la compañía procedían de los objetos firmados por Peretti.

"Somos un matrimonio feliz", confesaba la italiana de su relación con Tiffany. Ella sí fue altruista. Con su fundación Nando y Elsa Peretti (en homenaje a su padre, con quien se reconcilió en sus últimos años) ha financiado todo tipo de iniciativas relacionadas con la sostenibilidad, la educación y la pobreza.

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