¿Y SI LE PERDEMOS EL MIEDO A LA PALABRA ‘LESBIANA’?

- "Yo solo quiero decirles a todas las lesbianas que si yo llegué hasta aquí es porque pude hacerlo. ¡Ustedes también pueden! Saludos a Brooklyn. ¡Tina, te amo!”

- “Y ahora regresamos con las últimas 5 lesbianas… entrevistas”.

- “Fuera, comercial… ¿Podemos decir “lesbianas al aire”?”

- “¿Tienes algún problema con ello?”

Si viste Miss Agente Especial (2000), sin duda recuerdas esta escena. El concurso está a punto de acabar y la representante de la ciudad de Nueva York ha quedado fuera de la final, pero utiliza sus últimos momentos en el escenario para dar una declaración poderosa. Yo recuerdo haber visto esta película con 10 años y quedarme en shock. ¿Qué significaba realmente ser lesbiana? ¿De verdad se podía decir la palabra ‘lesbiana’ con tanta naturalidad? ¿Acaso eso no estaba mal? Una serie de preguntas provocadas por mi corta edad y por haber crecido en una casa de maneras bastante conservadoras.

Con el tiempo el shock disminuyó y la escena que tanto había llamado mi atención resonaba de vez en cuando en mi cabeza, sobre todo cada vez que alguien me decía “lesbiana” con tono burlón. Es más, incluso tras el bachillerato, cuando comenzaba mi proceso de aceptación, en mi imaginario la palabra ‘gay’ era como sinónimo de ‘malo’, y con ‘lesbiana’ me sucedía algo parecido.

La sentía sucia, como una palabra hecha para la satisfacción de los hombres.

A pesar de admirar a personajes como Arizona Robbins (Anatomía de Grey) decir la palabra sin reparos en la TV, lo cierto es que cuando llegó ese proceso de aceptar que podría ser lesbiana, tuve miedo. Porque no quería que se rieran de mí ni que trataran mi sexualidad como un chisme (que pasó). Tampoco quería darles la razón a todas esas personas que me habían etiquetado desagradablemente como “lesbiana” a lo largo de los años. Pero sobre todo, lo que pasaba por mi mente es que ‘lesbiana’ era una palabra incómoda. La sentía sucia, como una palabra creada para satisfacer a los hombres. El tiempo, sin embargo, me ha dejado claro que la palabra ‘lesbiana’ estaba satanizada y estigmatizada por el heteropatriarcado (léase, las lesbianas solo pueden ser masculinas, tener el cabello corto y ser agresivas).

Nombrarse “lesbiana” implica decir que nuestro amor, cuidados y existencia no están al servicio de los hombres.

Pero lo cierto es que ese miedo no es cosa del pasado. Hay estudios que muestran que un 68% de las lesbianas han retrasado su salida del armario debido a estereotipos dañinos y misóginos, como que las lesbianas "odian a los hombres" y son "poco atractivas". Durante una entrevista, JoJo Siwa afirmó que no le gusta identificarse como lesbiana porque le parecía una palabra “chocante”. Mientras que Chappel Roan y Renée Rapp han declarado que se identifican 100% como lesbianas.

Sáfica, mujer a la que le gustan las mujeres, lesbean, gay, mujer homosexual… Vamos, maneras en las que tanto mujeres de la comunidad como personas fuera del colectivo se refieren a las mujeres lesbianas son muchas, pero lo cierto es que no debemos evitar palabra ‘lesbiana’. Y no solo por una cuestión de visibilización, sino porque se trata de una palabra que tiene otras connotaciones más allá de la mera atracción hacia las mujeres. Nombrarse “lesbiana” implica decir también que nuestro amor, cuidados y existencia no estarán al servicio de los hombres de ninguna manera. Y quizá por eso es que algunos se espantan con ella.

Si eres gay, eres gay. Si eres una mujer bisexual o pansexual, eres hetero pero estás confundida. Si eres un hombre bisexual o pansexual, eres gay. Pero si eres lesbiana, eres bisexual. Es decir, no importa cómo te identifiques, la atracción de los hombres siempre tiene que estar ahí. O bueno, eso es lo que el mundo que gira con el cis heteropatriarcado piensa.

Pero la cosa es simple, lesbiana no es una mala palabra, es más, hay que decirla más a menudo. Porque es parte de nuestra identidad y, por ende, de nuestra visibilidad.

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