BREVE CHULETA PARA HACER BIEN LA COMPRA EN EL SúPER

Hacer la compra es un ejercicio cada día más complejo y al que se debe prestar atención. No es fácil enfrentarse a los anaqueles de las estanterías del supermercado, copados por comida envasada. Dependiendo del grado de conocimiento en materia alimentaria, puede ser más o menos complejo. O como dice la experta en alimentación y salud Laura Caorsi en el libro Comida Fantástica (Vergara), utilizando un símil deportivo: “No es lo mismo correr un maratón con la indumentaria adecuada y siendo atleta profesional que hacerlo sin entrenamiento previo y siendo atleta profesional que hacerlo sin entrenamiento previo en un día de verano y con tacones”.

La mayoría, añade, forma parte del segundo grupo. Esto es, lee las etiquetas de los alimentos sin demasiada formación en la materia. “Si nos encontramos con este producto, o con cualquiera que nos plantee un extra de dificultad, lo normal es que utilicemos una aplicación nutricional que nos simplifique los datos o que tomemos grandes decisiones sin leer”. Es más, según la cátedra Shopper Lab de la Universidad Complutense de Madrid, un proyecto que analiza qué se siente, qué se observa y qué se experimenta a lo largo del proceso de compra, señala que este tipo de decisiones transcurren a gran velocidad: tan solo se emplean 25 segundos en seleccionar un artículo de alimentación. Porque la mayor parte del tiempo que se invierte en un supermercado se dedica a recorrer los pasillos. O lo que es lo mismo, a pasear entre publicidad.

La información alimentaria plantea desafíos, agrega Caorsi, de distintos tipos en multitud de envases. Las caras frontales superponen la publicidad y los señuelos, y muchas listas de ingredientes superponen las dificultades de lectura hasta convertir las elecciones en azar y el espacio en una trampa. Letras minúsculas y apretadas, ingredientes compuestos o porcentajes incalculables hacen que el ejercicio de hacer la compra se convierta en una tarea ardua. Y son las secciones, enumera la autora, de bollería y desayuno, las de comidas preparadas, postres y golosinas, así como la de salsas y aderezos, auténticos campos minados.

Conviene, por tanto, afirma la citada experta, llevar una pequeña chuleta con los pasos a seguir cuando llega la hora de la verdad y hay que enfrentarse al terrible momento de escudriñar el envase de cualquier alimento.

Lo básico

  1. Darle la vuelta al envase.
  2. Buscar el nombre real del producto para saber qué es.
  3. Mirar la lista de ingredientes. Se ordenan de mayor a menor.
  4. Verificar que los ingredientes se corresponden con lo anunciado en el frontal.
  5. Mirar la tabla de información nutricional para conocer las cantidades de azúcares, grasas, calorías y sal.

Nutrientes

  1. Azúcar: Conviene no consumir, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de 25 gramos diarios de azúcares libres. Hay que tener cuidado porque puede estar camuflado bajo otros nombres. Cuando indica que no lleva azúcares añadidos, puede llevarlos, por lo que se aconseja mirar la información nutricional. Reducido en azúcar significa que tiene un 30% menos que el producto original.
  2. Hay que evitar los aceites vegetales denominados parcialmente hidrogenados, ya que contienen grasas trans. Reducido en grasas equivale a un 30% menos.
  3. No se debería consumir más de 5 gramos al día de sal, esto es, un poco menos que una cucharadita, según la OMS. No confundir sal de mesa con sodio, ya que no significan lo mismo. La sal de mesa —llamada por su nombre químico, cloruro de sodio— es un compuesto de estructura cristalina. El sodio es un mineral, y uno de los elementos químicos que componen la sal. Para calcular los gramos de sal, hay que multiplicar los gramos de sodio por 2,5. Por regla general se considera mucha sal cuando contiene 1,25 gramos por cada 100 gramos, y poca sal, cuando tiene menos de 0,25 gramos por cada 100. Reducido en sal significa que tiene un 25% menos.

A tener en cuenta

  1. Si un ingrediente se destaca con imágenes o palabras, debe figurar su cantidad. Hay que buscarlo en la lista, y puede ser que el porcentaje sea mínimo.
  2. Si la lista de ingredientes es muy larga, se recomienda fijarse en los signos de puntuación, ya que ayudan a comprender el producto.
  3. Los alérgenos aparecen destacados en mayúsculas, subrayados o en negritas.
  4. Los aditivos se pueden poner con un código E. La ausencia de estos códigos no significa que no lleve aditivos.

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