TREE TOP WALK: CAMINAR SOBRE áRBOLES GIGANTES ES POSIBLE EN ESTE BOSQUE AUSTRALIANO

Estamos a 40 metros de altura, el equivalente a un edificio de unos 13 o 14 pisos. Pero aquí no hay edificios y la única construcción es esta pasarela que vibra bajo nuestros pies y nos permite ser testigos de una increíble vista panorámica: miles de hectáreas de bosque poblado por algunos de los árboles más altos y antiguos de Australia, y cuyas copas podemos observar justo sobre nuestras cabezas. Estamos en la Tree Top Walk, en Valley of the Giants, ubicado en el Parque Nacional Walpole-Nornalup, en Australia Occidental.

Quienes llegamos hasta aquí, somos parte de una experiencia única: elevarnos a la par de estos gigantes y observar todo desde su punto de vista.

Un secreto entre los lugareños

En la década de 1970 este bosque era un secreto entre los locales; sólo unos miles llegaban cada año, a bordo de sus autos, esquivando malezas e inventando caminos entre la vegetación. Diez años más tarde, esto cambió por completo. El turismo en esta región comenzó a crecer y para 1989 el número anual de visitantes llegaba a los 100 mil.

La principal consecuencia de esta masificación, además de la pérdida de un refugio que disfrutaban con exclusividad los residentes, fue el perjuicio del hábitat natural. Los suelos empezaron a deteriorarse ante la acumulación de pasos y las cortezas de los árboles llegaron a pulirse por la cantidad de manos que habían explorado su superficie. En ese momento, la gran atracción era un tingle rojo que por sus dimensiones se ganó el apodo de El gigante, y que llamaba la atención por tener un gran hueco en su interior. En las fotos de aquella época –muchas de ellas, en blanco y negro– se ve a los turistas posando sonrientes en sus coches, que estacionaban dentro del árbol.

La cantidad de personas y vehículos que transitaron durante años los alrededores de El gigante, provocaron la compactación del suelo y el deterioro de las raíces del tingle, que suelen ser poco profundas y sensibles. Finalmente, en 1990 se derrumbó. Este triste hecho dejó en evidencia la necesidad de actuar para salvar al bosque. Fue entonces cuando Syd Shea, hoy ex-director del Departamento de Conservación y Gestión de Tierras (CALM), visitó el lugar y tuvo la idea de crear un paseo por las copas de los árboles, similar al que había visto en un viaje a Malasia.

Un bosque sin huellas

En agosto de 1996 se inauguró la pasarela Tree Top Walk. Para su construcción, que demoró un año, se utilizaron técnicas poco invasivas con el medio ambiente. La hierba espada y la flor borla, dos plantas nativas del suroeste de Australia Occidental, inspiraron su diseño para lograr una armonía con el bosque. Hoy, a 28 años de su creación, permite la visita de miles de viajeros mientras protege y preserva la naturaleza.

Este sitio se encuentra a unos 430 kilómetros de Perth, y las ciudades más cercanas son Walpole y Denmark. Nosotros llegamos en auto desde ésta última, tras unos 40 minutos de viaje por carretera. Al comprar el ticket en la entrada, la mujer que nos atiende nos indica por dónde iniciar el recorrido y nos adelanta qué nos encontraremos: una pasarela de 600 metros de extensión, dividida en seis tramos y elevada a 40 metros de altura.

Empezamos a caminar y la sensación es la de ser un árbol más: estamos a la par de la mayoría de las copas mientras que algunas asoman sobre nosotros –las más magníficas alcanzan los 90 metros–. El silencio es interrumpido únicamente por los sonidos propios del bosque, algo que podemos disfrutar por haber venido en una hora no muy concurrida; son pocos los caminantes que tenemos delante nuestro frenando cada tanto para hacer una foto.

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Continuamos el recorrido y si bien en este tramo somos solo dos personas –el máximo permitido es de quince– nuestros pies vibran con cada paso que damos. Llegamos a un mirador donde leemos el siguiente cartel: “¡Felicidades! Estás en el punto más alto del Tree Top Walk, a 40 metros desde el suelo. Los tingles rojos todavía se elevan sobre ti”. El horizonte es un colchón verde y al fondo se levantan las montañas, el leve movimiento de la pasarela acompaña al viento; somos parte del bosque.

Descender para tener otra perspectiva

El paisaje aquí se compone principalmente de dos tipos de árboles: tingles y karris. Ambos son distintas especies de eucaliptos, emblemáticos de Australia Occidental y que son famosos por sus increíbles alturas –hasta 90 metros en el caso de los karris y 70 para los tingles–. Incluso éstos últimos son reconocidos por tener bases gigantescas; en el caso de los tingles rojos, llegan a tener una circunferencia de hasta 20 metros en la base. Por eso, para apreciar mejor su magnitud, debemos seguir el paseo al nivel del suelo.

Descendemos y nos adentramos en el interior del parque; una perspectiva totalmente distinta. Accedemos al Ancient Empire Walk, un sendero de acceso gratuito que circula entre los tingles rojos. Entre ellos, está el árbol más destacado del bosque, llamado Grandma Tingle, que sorprende por su tamaño y antigüedad: más de 12 metros de circunferencia, 34 de altura y se estima que tiene más de 400 años.

También hay algunos ejemplares particularmente llamativos debido a la extraña forma de sus troncos: algunos parecen rostros humanos, aunque en realidad, como si de encontrar formas en las nubes se tratase, cada quien podrá ver distintas figuras en sus cortezas. También hay tingles que tienen grandes huecos en su interior y otros con sus troncos quemados, a causa de incendios forestales pasados.

Bonus track: llegar al mar

A poco más de 40 kilómetros de distancia, se encuentran dos de las playas más icónicas de la región, ubicadas dentro del Parque Nacional William Bay, y no nos pudimos resistir. Porque para terminar de obtener un pantallazo general de Australia Occidental, es necesario un poco de mar.

La primera en aparecer es Greens Pool, una bahía con una perfecta combinación de aguas transparentes, arena blanca y rocas naturales. Después de relajarnos un rato, seguimos por el sendero marcado para llegar hasta Elephant Rocks, a unos 10 minutos andando. El mirador nos regala una vista desde las alturas para apreciar las rocas de granito gigantes, que se distribuyen dentro del agua y en la orilla. El nombre de esta playa se debe a que, por su forma redondeada, estás piedras se asemejan a una manada de elefantes bañándose en el mar.

Para ver este lugar desde todas sus perspectivas, descendemos a la playa. Bajamos por una escalera y atravesamos Elephant Cove, un pasadizo improvisado entre rocas. Debemos caminar entre ellas para finalmente salir a la inmensidad y encontrarnos, una vez más, con la sensación de ser parte del paisaje australiano.

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